Por el 27 noviembre, 2011
Es una pregunta que nos han formulado bastantes veces aquí y cuya respuesta no deja de ser, cuanto menos, curiosa. El pequeño ahorrador al que hacemos referencia es el que tiene perfil conservador y no quiere arriesgar su dinero, pero busca rentabilizarlo para no perder poder adquisitivo.
El producto financiero por excelencia del cliente bancario que no quiere correr riesgos es el depósito a plazo fijo; por una parte tienen un vencimiento cierto, una rentabilidad conocida y no podemos perder capital. Además es bastante líquido, ya que podemos cancelar el depósito en cualquier momento (normalmente con una penalización sobre los intereses).
Otro gran argumento de venta, máxime en esta situación de turbulencias económicas en las que nos encontramos, es que están asegurados por el Estado; más concretamente, por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), que garantiza 100.000 euros por persona y entidad financiera. Esta protección se pondría en marcha si un banco o caja entrara en concurso de acreedores y no tuviera viabilidad alguna, acabando en una liquidación de la entidad. Otros productos que se colocan en las sucursales a los incautos clientes a modo de depósitos, no están garantizados; ni los pagarés, ni los bonos ni las cédulas hipotecarias gozan de la protección del Estado.
Entre los mejores depósitos a corto plazo podemos encontrar el depósito CR del BES al 4,25% o, a un año, rentabilidades que tocan o superan el 4%. Rentabilidades que parecen ancladas hace tiempo, acatando la distorsionante normativa Salgado anti-guerra de depósitos. Solo entidades extranjeras no adheridas al FGD español se ven libres para ofrecer sobretipos.
La deuda pública es un instrumento financiero utilizado por los Estados para obtener financiación de los inversores institucionales, además del pequeño ahorrador, que puede comprar letras o bonos desde 1.000 euros en el Tesoro Público o en su propio banco (pagando en este caso comisiones). Además de participar en las subastas del tesoro (mercado primario), se puede comprar y vender deuda en el mercado secundario (como si de acciones se trataran).
La rentabilidad en la última subasta de letras a 6 meses fue del 5,227% y a un año del 5,022%. Por encima de los mejores depósitos del mercado. Viendo esto, uno pensaría que hay más riesgos de invertir en deuda que en depósitos, dada la relación inversa entre rentabilidad y riesgo.
La deuda pública la garantiza el estado, de forma ilimitada, y con el compromiso constitucional reciente de darle prioridad absoluta. A priori uno entiende que esta garantía es igual o más fuerte que la de los depósitos, salvo que el banco esté lo suficientemente diversificado y saneado para soportar una quiebra del Estado (lo cual no es poco pedir).
Es cierto que hay un riesgo de perder dinero, si invertimos en deuda y necesitamos liquidez antes del vencimiento. En este caso, tendríamos que vender en el mercado secundario, al precio de cotización del momento. Sin embargo, este riesgo no existe si mantenemos en nuestra cartera los títulos hasta el vencimiento.
Dado el diferencial de rentabilidad favorable a la deuda pública y si tienen similar nivel de riesgo con los depósitos, uno se pregunta por qué el pequeño ahorrador no apuesta por las letras y bonos del Estado.
Aparte del desconocimiento general, las noticias sobre la fragilidad de las finanzas públicas que asustan al público en general (si bien no es que la banca ofrezca muy buenas noticias últimamente), la respuesta hay que buscarla, una vez más, en las sucursales:
El ahorrador humilde sigue confiando en el virtual asesoramiento que recibe del personal de las oficinas bancarias. No se da cuenta que a estos profesionales, lamentablemente, no se les suele pagar por su asesoramiento, sino por su capacidad de vender y cumplir con los objetivos marcados por la dirección.
A los bancos no les interesa que sus depósitos se vayan al Estado, empeorando su balance de fondos propios. Y no recomiendan comprar deuda pública. Le resultará una odisea adquirir letras o bonos del estado en su oficina habitual, ya se lo adelanto. Mejor se plantee hacerlo directamente en el Tesoro Público; la primera vez le costará un poco, pero después el procedimiento es sencillo.
Busque asesores independientes para sus inversiones; el banco no cumplirá esta función, por muchos cafés a los que le invite el director.
Fuente: gurusblog.com
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