Una o dos semanas después de que ocurrió, traté de suicidarme saltando del sexto piso de un edificio. Mis amigas se dieron cuenta de mi estado y dijeron que debería buscar ayuda y hablar con un psicólogo. Les daba miedo dejarme sola. Con ellas, llamamos a una línea de atención para mujeres y fuimos transferidas a un centro de atención de crisis de mujeres. Me recomendaron que presentara una queja con la policía, pero yo decidí arreglarlo yo misma: le pediría a algunos amigos que encontraran al hombre y lo golpearan en venganza.
Al final, fuimos directamente donde el fiscal, que es la siguiente instancia después de la policía. Creo que esa fue la forma más afectiva: hicieron algo de inmediato. El fiscal nos remitió a la policía.
Sorpresivamente en la estación de policía recibí un buen tratamiento y vi buenas actitudes. Tuve el apoyo de un psicólogo del centro de crisis que estuvo conmigo durante todos los interrogatorios. No hablé con mucha gente sobre lo que me pasó. Le conté a mi madre solo hasta 2008. Ella lloró y me dijo que algo parecido le ocurrió a ella. Me apoyó. Mi esposo sabe de esto. Y le conté a mis compañeros de piso de ese momento.
Creo que las autoridades hicieron todo lo que pudieron y más aún en mi caso. Yo sé que en Rusia no siempre es así. Pero tuve suerte. El juez comprendió mi situación, el fiscal era un gran hombre. Ellos eran hombres, pero me ayudaron a pesar de que yo era una joven estudiante que fue a una cita con ese hombre.
Después de que el veredicto fue anunciado, sentí como si un peso pesado se hubiese levantado de mi pecho y me puse a llorar; esta vez de felicidad. Y me di cuenta de que la vida comenzaba para mí y que no había perdido la ida al centro de crisis. Yo era una estudiante de leyes en ese tiempo, así que también era consciente de mis derechos.
Volví a mi ciudad natal, conocí a mi futuro marido, me casé y luego nos mudamos a otra ciudad donde vivimos ahora. Tengo una hija. Mi vida es un éxito".
Fuente: BBC
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