Marcelo Justo
En Francia no se habla de otra cosa, pero el debate no es una mera debilidad gala. En tiempos de recesión y austeridad, el tema es central en atribulados países como Grecia, Portugal, España e Irlanda, en el utilitarista Reino Unido o en la aparentemente eficiente Alemania.
El doble peso de la deuda soberana y el déficit fiscal europeo exige sacrificios. El problema es quién paga los platos rotos del tema de fondo: el estallido financiero de 2008. Con el polémico impuesto del 75% a los ingresos por encima del millón de euros, el presidente de Francia Francois Hollande ha dado un mensaje claro.
"No puede haber excepciones. Todos tenemos que hacer un esfuerzo y aportar. Todos tenemos que ser patriotas", explicó Hollande.
La medida es transitoria: comienza el año próximo y dura dos años. Aún así ha dividido a Francia y ha alimentado el debate en otros países europeos.
Louis Vuitton no va a la guerra
En Europa, apelaciones al patriotismo como la de Francois Hollande, hacen pensar en la gigantesca movilización colectiva de las dos guerras mundiales.
La solidaridad y unidad nacional que exigía la guerra se extendió a la posguerra y dio dos frutos deslumbrantes de la historia reciente: el extraordinario crecimiento del período 1946-1970 y el modelo de integración social europeo.
El problema es que no vivimos épocas heroicas. La reacción del hombre más rico de Francia a la propuesta de Hollande fue típica de un siglo XXI dominado por una globalización sin muchas más lealtades que la ganancia y el paraíso fiscal para atesorarla.
Bernard Arnault, director ejecutivo de Louis Vuitton Moet Hennessy, amigo del expresidente Nicholas Sarkozy y testigo de su boda con Carla Bruni, con una fortuna de unos US$35.000 millones, dijo en vísperas del anuncio del impuestazo que iba a adoptar la ciudadanía belga.
La declaración de Arnault produjo una tormenta tal que el mismo multimillonario se vio obligado a decir que seguiría pagando sus impuestos en Francia y que la doble nacionalidad era una estratagema para hacer pie en Bélgica (algo desmentido por las autoridades belgas que dijeron que ellos daban las mismas oportunidades a nacionales y extranjeros).
Más allá de la polémica mediática, lo cierto es que millonarios más anónimos que Arnault están amenazando con hacer las valijas.
El primer ministro conservador David Cameron, que no quiere saber nada de un impuestazo en el Reino Unido, dijo que tendería la alfombra roja a todos los franceses que quisieran cruzar el Canal de la Mancha.
Según compañías de reclutamiento de ejecutivos e inmobiliarias británicas, el interés de banqueros franceses y otros millonarios por cambiar de orilla ha aumentado astronómicamente. Y es que con su 75% Francia es el país con los impuestos más altos del mundo, seguido por Aruba (59%) y Suecia (56,6%) .
Poderoso caballero es don dinero
El célebre poeta del siglo de oro, Francisco de Quevedo, no sabía mucho de computadoras y evasión fiscal, pero tenía claro que el poderoso caballero don dinero, de su poema, empezaba a mandar más que Dios o los títulos nobiliarios en la España del siglo XVII.
En un mundo superpoblado de magos de las finanzas y contadores que hacen esfumar el dinero en un inextricable laberinto de paraísos fiscales, con una Unión Europea sin fronteras y con escasos límites a los millonarios que quieran radicarse en otro país, la política de Francois Hollande suena a más Quijotesca que Quevediana.
El año pasado, en las postrimerías de la presidencia de Nicholas Sarkozy, un grupo de 17 prominentes magnates franceses publicaron una declaración en "Le Nouvel Observateur" pidiendo que les subieran los impuestos.
La semana pasada, cuando el periódico "Le Monde" consultó otra vez a los magantes, la mayoría declaró que el superimpuesto iba mucho más allá de lo que habían propuesto. "Moralmente es legítimo. Económicamente y políticamente es estúpido", señaló uno de los entrevistados.
Según un abogado especializado en temas impositivos, Jean-Philippe Delsol, que se opone a la medida, el efecto será contrario al buscado: menor recaudación fiscal y crecimiento económico.
"Los empresarios jóvenes que han hecho mucho dinero, quieren hacer más y que no se los saque con impuestos. Estos jóvenes se están yendo del país", señala Delsol.
La utópica justicia
El mundo es lo que es. Pero también aquello que los humanos hemos decidido hacer.
Por un lado, con la tecnología moderna y la ingeniería financiera de los paraísos fiscales parece imposible construir alternativas.
Por el otro, la crisis es muy fuerte y está provocando sismos políticos. Desde 2010, ha habido 17 cambios de gobierno en la Unión Europea.
Por el momento, se ha tratado de un voto de protesta sin mucha ideología detrás: los electores se han inclinado por la oposición, sea de derecha o de izquierda.
Pero la crisis continúa y desde el movimiento de izquierda radical Syriza en Grecia hasta los indignados en España, la fragmentación y la aparición de nuevas opciones políticas es clara.
Con la eurozona en crecimiento negativo (menos 0,2% el último trimestre) y una perspectiva de años de turbulencia económica por delante, esta crisis política va a profundizarse. El millón y medio de personas que se manifestaron en Barcelona por la independencia la semana pasada es una muestra.
Solo un regreso al crecimiento y una percepción de justicia puede evitar una profundización de la crisis.
El prestigioso Instituto de Investigación Económica de Berlín (DIW, según las siglas en alemán) acaba de proponer un impuesto del 10% a los europeos más ricos y una obligación de prestar dinero a sus gobiernos a una baja tasa de interés para resolver el doble problema de la deuda y el déficit fiscal.
"La riqueza privada es mucho mayor que la deuda de todos los países de la eurozona. Esto es particularmente claro en países como Grecia, España e Italia", explicó Stefan Bach, del DIW.
La idea produjo divisiones a la francesa en Alemania y Austria. Pero más allá de los méritos y limitaciones de esta propuesta o la de Francois Hollande, la pregunta sobre la contribución de los millonarios a una solución a la crisis está planteada.
Fuente: bbc.co.uk
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