jueves, 22 de diciembre de 2011

Mourinho persigue títulos; Guardiola aspira a conquistar el futuro


Son tremendamente injustas las comparaciones entre el entrenador portugués y el catalán. El primero quiere ser recordado por el metal de sus trofeos mientras que el segundo aspira a serlo por la emoción que despierta el juego. Guardiola va camino de cambiar el fútbol actual.


NACHO G. PERULERO

Mourinho persigue títulos; Guardiola aspira a conquistar el futuro
Foto: Miguel Ruiz (FCB)

Hace ya tiempo que el Real Madrid dejó de ser el principal rival futbolístico del FC Barcelona. Por mucho empeño que pone José Mourinho en señalar al equipo culé como competidor directo; lo cierto es que el conjunto que dirige Pep Guardiola sólo tiene ya un desafío por delante: conquistar el futuro.
No le llevó demasiado tiempo al técnico de Sampedor ganarse el presente en sus inicios al frente del Barça. La reconstrucción de la plantilla, la utilización preferente de jugadores de la casa (con el fabuloso descubrimiento de Busquets y Pedro, y el alumbramiento de Thiago e Isaac Cuenca, entre otros), la recuperación de la senda del trabajo y el esfuerzo solidario (perdida durante el último año de Frank Rijkaard), y su firme apuesta por un fútbol ofensivo basado en la posesión del balón y en una movilidad formidable de sus jugadores, llevaron pronto al equipo blaugrana a la senda del triunfo y le convirtieron en la gran noticia futbolística del momento.

Pero la obra no se detuvo ahí. Conforme empezaron a llegar los triunfos, a medida que fueron cayendo los títulos, el asombro generalizado ante el juego del equipo de Guardiola le situó ante su segundo gran reto: imponerse a la tremenda herencia del pasado culé. Y hay que decir que también en esto ha salido victorioso. Guardiola es ya el técnico más laureado del FC Barcelona y su equipo ha batido innumerables registros (ha ganado 13 de 16 títulos posibles, es el único en haberse impuesto en las seis competiciones a las que optaba en un mismo año; ostenta el récord de puntuación en una temporada de toda la historia de la liga). Este extraordinario palmarés, pero sobre todo, la forma en que lo ha logrado; ha conseguido despojar a aquel Dream Team de Johan Cruyff de su condición de referente futbolístico capital del club hasta convertirlo en una mera reseña histórica, en un embrión imperfecto de la actual fórmula mágica que cada domingo ponen en práctica los hombres de Guardiola. El discípulo, por tanto, ha superado ya al maestro; su equipo ha sobrepasado al de los Koeman, Stoichkov, Laudrup y Romario, en títulos y en prestigio, le ha arrebatado el privilegiado lugar que hasta ahora ocupaba en el imaginario colectivo blaugrana.

Ahora, logrado todo esto, el Barça mira hacia adelante y encara el futuro con la misión de ponerlo a sus pies. Los culés se enfrentan al imponente desafío de perpetuar un estilo transgresor, que rompe convenciones futbolísticas fuertemente arraigadas; una idea que pretende cambiar el fútbol actual.

 Foto: Miguel Ruiz (FCB)

Esta es la misión que se ha arrogado Guardiola. La que afronta en cada partido; incluso, en cada entrenamiento; pero sobre todo, la que persigue en las citas más ilustres. Así fue en Japón el pasado 18 de diciembre. La actuación que tuvo su equipo en la final del Mundialito de Clubes trascendió el hecho de competir por conseguir un título. Lo hizo también en la final de la Champions League del pasado año que le enfrentó al Manchester United. En aquella ocasión, los jugadores azulgranas no compitieron contra los ingleses; la victoria culé no tuvo contestación deportiva. En realidad, el conjunto catalán confrontó su concepto de juego con los cánones futbolísticos contemporáneos, utilizó su filosofía para atentar contra el paradigma actual del fútbol y lo llevó a cabo en una de las mejores ocasiones posibles: la final de la vieja Copa de Europa en uno de los estadios con más solera del mundo: Wembley. El Barça salió triunfante. Como en 2009, en el Olímpico de Roma, en la primera Champions de Pep. O en el Bernabéu, la noche del 2-6; o en la del 5-0 en el Camp Nou, o en… 

Y es que, cada momento en que los focos del universo fútbol iluminan uno de sus acontecimientos más selectos, el Barcelona lo concibe como una oportunidad para poner a prueba su estilo y desafiar el modelo actual.

La extrema fidelidad a su concepción del fútbol, su osadía para arriesgar, su apuesta por la innovación, y la identificación de todo ello con el club catalán a través de la promoción de jugadores de la cantera, son armas con las que Pep Guardiola se emplea en su batalla contra el futuro. Todo ello ha quedado retratado a la perfección en un sinfín de partidos, aunque, por citar alguno, se puede rescatar el último clásico del Bernabéu, cuando apabulló a su eterno rival con una lección táctica inolvidable (jugó casi todo el partido con un 1-3-4-3, con dos falsos delanteros y hasta seis jugadores en el medio del campo).

O más recientemente, la final del Mundialito frente al Santos, en la que barrió a su rival con un engañoso 1-3-7-0 (sin delanteros fijos) y la utilización de hasta nueve jugadores salidos de La Masía. “Hoy hemos aprendido a jugar al fútbol”. No salieron estas palabras de la boca de cualquiera. Neymar, la flamante estrella del conjunto santista (¡el equipo de Pelé!, campeón de la última Copa Libertadores y del último Campeonato Paulista), las pronunció con total naturalidad tras la derrota por 0-4 frente al Barça. Su compañero, Ganso, otro de los jugadores clave del Santos, también se manifestó en la misma línea tras la final; y respondió a la pregunta de si ficharía por el FC Barcelona: "Sería feliz con que sólo me dejaran jugar un partido con ellos. Son un equipo extraordinario, el mejor del mundo. Hoy nos han dado una lección". No sorprenden ya estas reacciones que, señalan un buen camino.

Fuente: vavel.com

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