Un viejo chiste de la época de la Guerra Fría contaba que un socialista, un capitalista y un comunista decidieron hacer una reunión. El socialista llegó tarde y dijo: Perdónenme, llegué tarde porque tuve que esperar mucho en la cola de entrega de salchichas. ¿Qué es una cola? preguntó el capitalista. ¿Qué son salchichas? Preguntó el comunista. Un chiste que retrata de cuerpo entero la tragedia que vivieron millones de personas bajo los gobiernos comunistas del siglo pasado.
La desaparición de los bienes y servicios es la etapa intermedia de la vía al “mar de la felicidad”. Luego viene el racionamiento duro y como consecuencia de la indignación humana y los mercados negros, la represión brutal. Esta historia la conoce a la perfección la humanidad, menos ciertos pueblos buenos e ingenuos, donde los halcones, del desierto como Gadafi, o llaneros de Sabaneta, hacen de las suyas.
El comunismo siempre nace torcido y termina peor. Por eso ninguna sociedad que lo haya adoptado vuelve a él.
En el caso venezolano, el llanero vivaracho lo ha utilizado como muleta de apoyo para emprender la más feroz persecución contra el sector privado, es decir contra el pueblo y sus tradiciones, que se conozca en la historia venezolana. ¿Por qué lo hace? Porque sus psicopatías lo señalan como el “iluminado” (como el águila, halcón, gavilán, es decir un ave rapaz que no come moscas) que debe permanecer en el poder hasta que a él o a alguna otra divinidad se le antoje. ¿Cómo lo logra? Estructurando una corporación mafiosa como gobierno, con militares agallúos y corruptos, desechos intelectuales de la guerra fría, ex adecos, copeyanos y masistas que querían y quieren seguir viviendo del erario público, y envenenando al pueblo ingenuo con el resentimiento como herramienta socio-política de control y dominación.
En lo demás, el caso venezolano no se diferencia de los demás comunismos de cualquier siglo: Anulación de la democracia, partido político convertido en la corporación mercantil del gobierno, milicias, desinversión, inflación, armamentismo, desaparición de la propiedad privada, propaganda y más propaganda. Escasez y represión.
Y por supuesto, los comunistas nunca son culpables de nada interno, de ello son responsables los enemigos externos (imperios malignos que vienen por nuestros recursos) y las oligarquías internas (que se apoderan de las riquezas del pueblo) pero son capaces de lograr cosas tan insólitas como fijar el precio mundial “justo” del petróleo (900% de margen en el caso venezolano), alterar al ADN de Dudamel para hacerlo una caja de resonancia única, o defender la masacre del tirano Gadafi contra el pueblo libio invocando la “autodeterminación” de los pueblos.
Los pueblos que caen en comunismo jamás levantan la admiración de la humanidad, acaso la compasión de los otros seres humanos, al ver como en nombre de la “igualdad” se cercena la libertad, la propiedad, el libre albedrío y la dignidad humana de toda una nación. Y todo por medio de la mentira y el engaño.
Cuando Hugo Chávez, Giordani, Loyo y Jaua hablan de “consumismo” del capitalismo, lo que apuntan es a que el pueblo acepte de manera sumisa la incapacidad del comunismo de ofertar. De proveer. Apuntan al derecho de todo individuo de decidir. A aceptar la falta de variedad, formas, estilos. Apuntan a la creación de productos únicos, bobos, desabridos.
Cuando Alí Rodríguez y Argenis Chavez señalan el “exceso de demanda” eléctrica, buscan colgar la culpa de la falta de inversiones en esas empresas estatales en el pueblo ingenuo y desprotegido.
Cuando María Cristina Iglesias, Wills Rangel y el “Chino” Khan denuncian que en las empresas del estado todavía sobreviven “mafias” sindicales, que esas mafias sólo las motiva el afán “capitalista” buscan desviar la atención sobre que el “Control Obrero” es el brazo esquirol del gobierno. Que las huelgas han sido, por ley, catalogadas como ilegales, porque las zonas de producción de esas empresas han sido consideradas como zonas de seguridad del Estado.
Cuando Giordani y Merentes, dos economistas vudú del gobierno, afirman que la inflación tiene “componentes inerciales y estructurales” buscan engañar y “tapar” el desquiciado crecimiento de la masa monetaria en el país, producto de esa rochela irresponsable en el manejo de las finanzas públicas. Cuando el ministro de importación de alimentos, el militar Osorio, habla de especulación, busca tapar los millones de kilos de alimentos podridos de las propias importaciones de empresas estatales.
En capitalismo no hay colas, escasez, control de cambios y de precios, confiscaciones, invasiones. En capitalismo no se le va a uno la vida culpando a otros de los propios fracasos, para eso está el comunismo. En capitalismo se nos va la vida agradeciendo al talento propio y al de otros en la producción de bienes y servicios.
En capitalismo se pagan impuestos, el mecanismo más solidario hacia los pobres. En comunismo se endeuda y arruina un país entero para que las empresas no paguen impuestos. En capitalismo hay ahorro en el pueblo. En comunismo nadie ahorra.
En capitalismo se preguntan ¿Qué es una cola?. En comunismo ¿Qué son salchichas?
Fuente: lapatilla.com
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