lunes, 12 de diciembre de 2011

CURIOSIDADES CIENTÍFICAS: Un antiafrodisíaco en el reino de los insectos


En la selección sexual de los insectos, las feromonas juegan un papel fundamental. Gracias a ellas, las hembras y los machos se atraen. Y también gracias a ellas, se repelen, han descubierto ahora los científicos.
A la hora de reproducirse, de asegurar la supervivencia de la especie, los insectos no conocen la piedad: cada macho –como es el caso del escarabajo Aleochara Curtula- trata de ganarse a la hembra aplicando todos sus encantos. En el proceso, tanto él como ella emiten feromonas, que se detectan por el olor incluso a largas distancias y tienen un efecto afrodisíaco. De este modo, ambos manifiestan su predisposición al apareamiento.
Pero, puesto que la monogamia no existe en el reino de los insectos, finalizado el acto sexual la hembra podría dejarse cortejar de nuevo: en su matriz hay espacio para el semen de más de un escarabajo. El macho, al que la naturaleza le dicta que ha de ser él quien fecunde el óvulo, se ve obligado a proteger la transmisión de su material genético. Así funciona la evolución. “La reproducción es, por decirlo de algún modo, la moneda de la evolución”, constata el biólogo de la Universidad de Friburgo Klaus Peschke.
Y porque eso es así, han desarrollado los escarabajos masculinos una estrategia para mantener alejados de sus féminas a los competidores. Finalizado el apareamiento, segrega el macho una sustancia que tapona la entrada del útero y un anti-afrodisíaco. Al poco tiempo, éste se diluye y fluye desde la vagina hasta cubrir el cuerpo completo de la hembra, anulando su seductor olor. El antiafrodisíaco modifica la señal biológica de tal manera que los demás machos dejan de considerarla atractiva y ya no le prestan atención.
La táctica da resultado y tiene sus ventajas: el primero que llega puede estar seguro de que son sus genes los que perduran y los restantes interesados saben que les conviene más concentrar sus energías en conquistar a otra escarabajo que no haya sido ya fecundada. Y también ella sale en parte beneficiada: puede alimentarse y descansar tranquilamente sin temor a ser hostigada por los varones.
¿Podría desarrollarse un antiafrodisíaco similar para seres humanos, que descarte la posibilidad del engaño amoroso? Peschke mueve negativamente la cabeza. Tal cosa resulta hoy por hoy impensable. La investigación en el campo de las feromonas humanas está aún en pañales, ya que las señales químicas intervienen de forma muy limitada en la comunicación de nuestra especie.
“Además, detectamos los olores inconscientemente. El sentido del olfato humano es muy complejo y sólo se ha estudiado de manera parcial. La ciencia no está en condiciones de valorar el efecto de las feromonas”, sentencia el biólogo. Por ejemplo, la axila humana genera androtestosterona, un olor procedente de la testosterona que es detectable pero cuyo efecto sobre las mujeres varía y es imposible de cuantificar: “puede ser afrodisíaco, pero también repelente”, dice el investigador.
Hasta el día de hoy no se ha conseguido aislar ninguna feromona humana del modo detallado en que la ciencia lo ha hecho en el reino de los insectos. El sueño del afrodisíaco que incida en la voluntad de la persona sigue siendo eso, un sueño. E igualmente persiste en el ámbito de la fantasía la posibilidad de crear su antídoto.
Fuente: confirmado.net

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