Cuando la encontraron su fusil aún estaba caliente y de la boquilla del arma salía humo. Minutos antes, al sentir la presencia del Ejército, Sandra Patricia y al menos sesenta guerrilleros que se encontraban en el campamento, iniciaron una balacera infernal con granadas y disparos de AK-47.
Los cuatro secuestrados de las Farc: el sargento del ejército José Libio Martínez, el coronel de la Policía Édgar Yesid Duarte, el mayor de la policía, Elkin Hernández, el intendente Álvaro Moreno y el sargento Luis Alberto Erazo, todos con más de diez años en cautiverio, habían llegado a la zona hacía pocos días. Un centenar de guerrilleros del Frente 63 de las Farc los custodiaban. Montaron el campamento en las riveras del caño Guemaní, en Solano (Caquetá), rodeado de un bosque de 300 metros.
En medio del combate, un par de guerrilleros buscaron el cambuche del coronel Édgar Yesid Duarte, uno de los secuestrados. El oficial estaba salvaguardándose del enfrentamiento. Entonces, uno de ellos lo encontró de espaldas, levantó su arma y disparó varios tiros sin mediar palabra. Los militares hallaron a Duarte sentado, abaleado, muerto después de más de trece años en cautiverio.
Mientras tanto, otros dos secuestrados corrieron hasta un árbol, donde se ocultaron por unos minutos. Hasta allí llegó un grupo de guerrilleros para rematarlos. Había recibido la orden de disparar y no permitir que se rescatara a ningún secuestrado con vida. Debían fusilarlos a quemarropa o en la huida, asegurándose de no dejar a ninguno vivo. Los guerrilleros obedecieron.Sandra, una guerrillera de 23 años quien hacía de centinela, tampoco alcanzó a huir. Los demás miembros de la compañía del Frente 63 la abandonaron. Cuando se vio sola y derrotada, sólo se le ocurrió levantar su fusil y gritar entre la manigüa: “¡No me maten!”.
Los soldados le exigieron que se agachara y que permaneciera quieta mientras pasaba la dura ofensiva. Al requisarla le encontraron un morral que contenía munición, cuatro proveedores, medicamentos para enfermedades tropicales y de transmisión sexual, bolsas con suero, un par de uniformes y algo de alimento. Todo pesaba cuarenta kilos, que ella cargaba en los largos recorridos de la selva.
Horas más tarde, cuando cesaron los combates, Sandra fue trasladada al campamento principal del Ejército y luego a Florencia, donde debía enfrentar a la justicia. Los médicos de Medicina Legal que la examinaron la encontraron en buen estado de salud. Sólo tenía algunas huellas típicas de la vida en la selva. Los médicos no registraron antecedentes de abortos, tiros en su cuerpo o señales de golpes. En el acta quedaron signados sus rasgos personales: pelo largo ondulado, tez trigueña, cara ovalada, frente amplia, cejas semi-pobladas, manchas en la cara, nariz aguileña, labios gruesos y ojos negros. La fisonomía de una mujer mestiza nacida en el sur de Colombia.
¿Pero quién es esta mujer cuya información puede resultar valiosa para las autoridades? Sandra Patricia Velásquez Yañez, alias ‘Rosalba’, es una guerrillera de 23 años de edad que cumplía con la labor de centinela. En su corta entrevista con la policía judicial, Sandra dijo no recordar desde cuándo hace parte de la guerrilla. Pero sí tiene claro los momentos en que, siendo niña, un hombre del Frente 14 la reclutó en Puerto Asís (Putumayo) para que cumpliera órdenes de un jefe guerrillero conocido como ‘Aurelio’.
Ella no sabe nada de su familia, ni dónde viven sus padres y hermanos. Tantos años en la guerrilla le han hecho perder la orientación temporal y espacial. Sólo sabe que hoy está capturada, y además, acusada de homicidio, secuestro extorsivo, terrorismo y rebelión, delitos imputados por el fiscal Arturo José Bolaño por los que podría pasar al menos 50 años en la cárcel. Por ahora, Sandra aceptó los cargos.
Al terminar la audiencia en Florencia (Caquetá), que duró más de cinco horas en la madrugada de este lunes, Sandra Patricia se relajó un poco y contestó dos preguntas a la prensa: ¿Cómo se hallaban la salud de los cuatro militares antes de ser asesinados? Preguntó un periodista. La joven guerrillera respondió: “El desespero ya los tenía enfermos y demacrados. Yo estaba de centinela a 50 metros de donde estaban los detenidos pero no sé nada”.
Pero Sandra Patricia sabe más de lo poco que ha contado. Es muy probable que el peso de una condena por ser una de las carceleras de los uniformados asesinados la haga hablar y comience a colaborar con la justicia y aportar información valiosa para el trabajo de inteligencia que realiza el Ejército y la Policía en su esfuerzo por develar detalles de este frente guerrillero especializado en custodiar secuestrados.
Fuente: kienyke.com
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