Ángeles Gómez. Madrid
El agua y los sedimentos de los ríos españoles contienen restos de filtros solares, una contaminación que puede provocar cambios hormonales en los peces. De momento, no suponen un peligro para la salud humana.
Los protectores solares están cada vez más presentes en los productos de higiene personal. Ese consumo ascendente se traduce en un aumento de su presencia en el entorno de los ríos, como consecuencia de los vertidos de aguas residuales o por los baños en las aguas fluviales. El resultado es que “estos compuestos se liberan de forma continua en el medio ambiente y pueden actuar como contaminantes pseudopersistentes”, advierte Damiá Barceló, director del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA).
Este tipo de contaminación emergente se está analizando en la II Conferencia Scarce, que se celebra en Madrid,- en la que decenas de científicos internacionales debaten sobre el impacto del cambio global sobre la calidad y disponibilidad del agua en la Península Ibérica.
La presencia de filtros UV se ha detectado por primera vez en la cuenca del Guadalquivir, aunque “también se encuentran en las cuencas del Llobregat, Ebro y Júcar, ya que están presentes en multitud de productos de uso frecuente”, añade Barceló. Además, una investigación demuestra, por primera vez en Europa, que estos compuestos químicos también se detectan en el agua del grifo de Barcelona y sus alrededores y en aguas embotelladas.
El director de lCRA subraya que el hallazgo pone de manifiesto que “los sistemas de depuración del agua y el tratamiento de las aguas residuales no son tan eficaces como deberían serlo”, lo que no implica la merma de seguridad de esta agua para el consumo humano.
Bien diferente es el efecto que esos compuestos provoquen en los ecosistemas fluviales, sobre todo en los peces, ya que algunas moléculas poseen un efecto estrogénico y pueden desencadenar alteraciones hormonales en los peces que, en caso extremo, “llegan a ocasionar cambios sexuales en los animales”. Sin embargo, Barceló lanza un mensaje de tranquilidad: “Es muy improbable que las personas puedan sufrir consecuencias similares, ya que las concentraciones que se encuentran son del orden de nanogramos, por lo que habría que beber miles de litros de agua para que tuviese un efecto sobre la salud humana”.
Tampoco hay que esperar efectos adversos por comer peces contaminados porque, según el investigador catalán, el consumo de pescado de río no es muy alto. Además, no todas las especies acumulan la misma cantidad de producto y las truchas son más sensibles que las carpas.
Pero esa relativa seguridad no implica que haya que infravalorar los hallazgos. De hecho, otros países europeos, como Dinamarca, han prohibido la presencia de determinadas moléculas en protectores solares de uso infantil. “Los niños son organismos más pequeños y son más vulnerables a determinados compuestos”, apunta el científico.
En cualquier caso, la Comisión Europea tiene una lista de compuestos químicos potencialmente peligrosos, entre los que figuran dos que están presentes en los filtros UV (4MBC y el EHMC). Si finalmente la autoridad comunitaria llega a prohibirlos, los fabricantes deberán eliminarlos de la composición de sus productos. “Este es un proceso muy lento y, seguramente, las empresas ya tienen planes para remplazarlos”. Precisamente, una de esas moléculas (4MBC) está presente en el 56% de las muestras recogidas en la investigación que se acaba de presentar en la reunión de Madrid.
Estos resultados se pueden agravar con el cambio climático, ya que durante los periodos de sequía los ríos llevan menos agua y hay una mayor concentración de contaminantes. Damiá Barceló alerta: “Los periodos de sequía y las inundaciones son cada vez más acusados como consecuencia del cambio global, y estos extremos se ponen de manifiesto de forma muy relevante en los ríos”.
Fuente: expansion.com
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