Tenía entonces que buscar una fórmula para quedarme. Y la
única respuesta que encontré fue que si me quedaba tenía que seguir haciendo lo
que me daba fuerza y era el periodismo.
Para mí era muy difícil salir porque estaba llena de
hematomas. Mis brazos eran impresionantes, eran morados completamente de los
golpes… las manos, el cuerpo… la cara estaba muy golpeada y sentía mucha
vergüenza de que la gente me viera así. Pero el día que ya podía mostrar la cara
-que fue más o menos 15 días después del secuestro- , ese día decidí volver al
periódico (El Espectador).
Fue una cosa muy emotiva, porque yo llegué, no podía casi
caminar y la redacción era muy grande. El director del periódico entró conmigo
y toda la gente se paró. Eran, no sé, 200 periodistas. Y empezaron a aplaudir,
me hicieron una fila larguísima. No hubo una sola persona que no me hubiera
abrazado ese día.
Cuando
ocurre todo esto, sin embargo, nada más hablamos del secuestro. Digamos que el
compromiso que hizo el periódico, por solicitud del director del periódico, por
respeto a mi dignidad y por todo ese tema, es que no habláramos de la
violación. Y nunca se tocó el tema de la violación. Es más, después de que
ocurrió todo, mis compañeros no sabían que me habían violado. Sabían que me
habían secuestrado y me habían golpeado.
Hasta que en una entrevista que un canal de televisión le
hizo a Carlos Castaño (el líder de las AUC), meses después de mi secuestro, el
propio Carlos Castaño habló de mi violación. Ese día mis colegas se enteraron.
Y fue durísimo. Yo en dos días no pude ir a trabajar, porque quedó como al
descubierto el tema. Pero yo misma me encargué de silenciarlo, pedí que no se
hablara del tema, que nadie me preguntara, y así fue.
En ese momento era muy fuerte el tema del secuestro en
Colombia. Y el 90% de los temas que llegaban estaban relacionados con
secuestro, por lo que empecé a escribir de eso. Y, durante el primer mes, cada
historia terminaba en una crisis de llanto. Yo me iba para el baño, lloraba
mucho, mis compañeras me encontraban allá, me decían que lo pensara, que lo
mejor era que me fuera del país. Yo decía: "No puedo irme, no puedo irme
porque no le hecho nada a nadie, no le debo nada a nadie".
Luego, como a finales de julio, cuando habían pasado más o
menos dos meses (de mi secuestro), se dio una confrontación muy fuerte entre
paramilitares y guerrilla en el norte del país, en la zona del sur de Bolívar,
y yo pedí que me dejaran ir. En el periódico obviamente no querían que yo me
moviera a ningún lado por el tema de la seguridad, pero yo le envié un correo a
Carlos Castaño diciéndole que yo iba a seguir trabajando y que necesitaba que
los paramilitares me dieran garantías para hacer mi trabajo. Él me respondió
que no había ningún problema y me fui para el sur de Bolívar. Yo creo que eso
fue la prueba de fuego, porque fue enfrentarme nuevamente a mis victimarios,
que eran los paramilitares.
Yo asumí una posición radical en mi vida y fue que me alejé
completamente de mi familia. Me quedé con mi madre, y ella es el eje de mi
vida, pero me alejé mucho de mi hermana y mis sobrinos por el tema de
seguridad. A mi padre nunca le volví a hablar. Yo quería coger mi dolor y
cargarlo yo sola, no quería ponérselo a alguien más.
El primer año tuve ayuda psicológica, pero llegué a un punto
en que sentía que esa ayuda ya no me servía de nada y la deseché.
Mi realidad es muy dolorosa porque en mi caso no hay
justicia. Solamente hasta el año pasado se removió el proceso judicial, gracias
a que hablé. Y por primera vez en 12 años se judicializó a tres de los
implicados, tres paramilitares. El proceso hasta ahora está arrancando y lo que
se ha encontrado hasta ahora es muy doloroso, porque en mi secuestro hay
involucrada gente que yo nunca me imaginé. Y si con lo que yo puedo hacer, con
los contactos que tengo no ha pasado mayor cosa, ¿qué pasa con el resto de
casos? Eso es lo que pasa en Colombia. ¿Si conmigo no ha pasado casi nada, qué
pueden esperar el resto de mujeres?"
Aunque
Jineth Bedoya denunció su secuestro y violación ante las autoridades
inmediatamente después de los hechos, durante más de 11 años la justicia
colombiana no hizo mayores progresos. En Mayo de 2011, sin embargo, Bedoya
llevó el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, lo que
obligó a la Fiscalía General de la República a retomar las investigaciones. A
la fecha, un exparamilitar ya admitió su participación en el secuestro y otros
dos también están siendo procesados por las autoridades.
En
septiembre de 2012, la Fiscalía determinó además que el secuestro, tortura y
violación de Bedoya constituían "crímenes de lesa humanidad", por
cuanto los actos de los paramilitares eran parte de una conducta
"sistemática" empleada "como método de guerra con el fin de
acallar la voz de quienes se atrevían a exponer a la opinión pública sus
desafueros y violaciones". Esto significa que los crímenes en contra de la
periodista no prescriben.
Fuente:BBC
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