Matías Zibell
Un fantasma recorre Europa, el fantasma de la huelga… pero en este siglo XXI ¿todavía asustan los fantasmas?
España vive este 29 de marzo una huelga general en contra de las medidas de austeridad del gobierno de Mariano Rajoy, la séptima desde el regreso de la democracia a finales de los 70. Portugal tuvo la suya el 22 de marzo, luego de otra similar en noviembre pasado. (Alemania vivió dos días atrás la cancelación de cientos de vuelos por una protesta en el sector público y el Reino Unido se prepara para una huelga de los conductores de camiones de combustible).
Desde la génesis de los movimientos obreros, la huelga general ha sido un instrumento fundamental de protesta: "La propuesta no es nueva. Los socialistas franceses y belgas la han planteado continuamente desde 1848 pero la medida nació en Inglaterra durante el rápido y poderoso desarrollo del cartismo entre los trabajadores ingleses que siguió a la crisis de 1837", escribía en 1873 uno de los padres del marxismo, Frederick Engels.
Pero, como le dijo a BBC Mundo el analista español José María Román Porta, han pasado varios años desde el siglo XIX: "Las huelgas revolucionarias han quedado en el pasado. La democracia convirtió la huelga de una acción revolucionaria a un derecho. El hecho de que hoy los sindicatos españoles negocien con el gobierno unos servicios mínimos, que seguirán funcionando a pesar de la protesta, muestra una mayor civilización del ejercicio de la huelga".
El secretario de Acción Sindical de la Unión General de Trabajadores (UGT), una de las principales organizaciones promotoras de la huelga de este jueves, admite que este tipo de protestas ya no tiene "el carácter mítico de los años 20 y 30 del siglo pasado. Pero nosotros debemos recurrir a los instrumentos democráticos y cívicos que tenemos".
"No se puede cuestionar este derecho. Es esta visión neoliberal, la misma que está cuestionando el papel del Estado, la salud pública, la educación, el sistema de pensiones, la que está atacando los otros derechos de los trabajadores como el de poder recurrir a la huelga", añadió a BBC Mundo desde Madrid el sindicalista español.
Pero aunque pocos cuestionan el derecho de los trabajadores de convocar a la huelga general, la pregunta es si ésta medida, ya no revolucionaria ni mítica, continúa siendo efectiva.
¿Lo mucho es poco?
"Grecia ha tenido por promedio, en los últimos dos años, entre ocho y 12 huelgas generales por año, y desafortunadamente ninguna ha logrado nada. Han generado más problemas que cambios. El gobierno no ha modificado sus políticas", manifestó a BBC Mundo Konstantino Michalos, presidente de la Cámara de Comercio e Industrias de Grecia.
Desde Atenas, una de las capitales europeas más golpeadas por la crisis económica que se ha extendido sobre el Viejo Continente como una maldición, Michalos llama a buscar otros caminos: "Tenemos que encontrar otros modos para comunicarnos, otros modos para negociar. Debemos encontrar un consenso".
En la cantidad de huelgas generales realizadas en estos últimos dos años puede estar -al menos en Grecia- el problema de la calidad de los resultados obtenidos por los organizadores de dichas protestas.
"Si (la huelga) es efectiva o no es algo que el movimiento obrero debe considerar en el momento de cada convocatoria. Yo creo que es un derecho fundamental que no debe delimitarse. Pero sí pienso que como instrumento, si se utiliza con demasiada frecuencia, pierde efectividad”, señala a BBC Mundo desde Bogotá el profesor Miguel Urrutia, autor del libro “Historia del sindicalismo colombiano".
Para el maestro argentino Hugo Yasky, dirigente de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), la efectividad de las protesta sindicales no deben medirse como si cada huelga fuera un episodio aislado, sino como un eslabón.
"En Argentina, en la década del 90, huelgas que parecían destinadas al fracaso fueron acumulando un grado de rechazo a las políticas neoliberales de ese momento que luego permitió el cambio de rumbo que estamos viviendo ahora".
"En Europa podría estar dándose eso", le dice Yasky a BBC Mundo desde Ginebra, tras asistir a una reunión de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Desde Madrid, el dirigente de la UGT Tony Ferrer sostiene que en España "las huelgas siempre han dado resultado. En el corto plazo o en el mediano plazo. En la última huelga al gobierno de derecha (de José María Aznar) se dijo que la medida no iba a servir para nada, y al final se produjo un cese de seis ministros y una rectificación del rumbo".
“Trabajadores del mundo… uníos”
El número de huelgas que se convoquen puede incrementar o conspirar contra la efectividad de la protesta, pero también puede hacerlo el “rival” que la protesta enfrenta.
Para el analista español José María Roman Porta, director general de la Fundacion Ciudadanía y Valores, “esta huelga (del 29 de marzo), de todas las que se han producido en España desde el regreso a la democracia, es la que más lejos está de alcanzar los objetivos que anuncia”.
"La presión que puedan ejercer los huelguistas sobre el gobierno es menor a la que pueden imponer Bruselas (la Unión Europea) u organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI)".
El profesor Savas Robolis, director del Instituto Laboral de la Confederación General de Trabajadores Griegos, reconoce que en este contexto de crisis europea, no es tan fácil torcer brazo a los líderes políticos de cada país:
"Hemos tenido entre 18 y 20 huelgas en los últimos años en Grecia y el gobierno sigue aplicando las mismas políticas, pero es útil seguir haciéndolas".
Según Robolis, el camino a tomar para que las huelgas sigan siendo útiles es aprovechar esta crisis continental para reforzar los lazos con trabajadores de otros países e ir juntos hacia una mega protesta.
"Lo que tenemos que hacer es no quedarnos solo en la huelga a nivel nacional, sino trabajar a nivel regional en el Mediterráneo y a nivel europeo en general. Es una necesidad hoy día cooperar con sindicatos españoles, franceses, italianos. Debemos ir hacia una huelga mediterránea", señaló a BBC Mundo desde Atenas el profesor de la Universidad Panteion.
Pero sea a nivel nacional como a nivel regional, ¿qué ocurre con la clase trabajadora si esta medida de protesta que comenzó en el siglo XIX pierde fuerza en este siglo XXI?
Fantasmas modernos
"Si la huelga general no funciona más será malo para los sindicatos pero no para la democracia", responde el analista español Román Porta y añade: "A la democracia le quedan otros recursos como el político. Quizás la pérdida de votos del Partido Popular en las elecciones de Andalucía sea un golpe mayor al gobierno que la huelga de este 29. Además, quedan las huelgas más concretas, las de un grupo –como los pilotos- en un determinado momento contra un interlocutor menos poderoso que el gobierno, como una empresa".
"Siempre está el voto, aunque es difícil que todo el movimiento obrero apoye a un mismo candidato o a un mismo partido", añade el profesor de Economía de la Universidad de Los Andes, Miguel Urrutia, y recuerda que otra vía es el ingreso de los líderes sindicales al sistema político: "El actual vicepresidente del país (Angelino Garzón) era un dirigente obrero importantísimo".
El sindicalista independiente mexicano Francisco Hernández Juárez, quien actualmente es diputado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sostiene que en ciertos casos asumir el camino político es fundamental: “En México necesitábamos representación en el Congreso, para que las leyes que se hagan permitan la formación de sindicatos independientes, y no que el gobierno decida quién puede formar un sindicato. Más con gobiernos que se han caracterizado por la persecución al sindicalismo independiente”.
"Pero sigo creyendo que la huelga es un instrumento válido, legítimo, legal y además necesario frente a las políticas neoliberales como las que se han aplicado en este país en los últimos 30 años. Sabemos que los gobiernos que surgen de la derecha tratan de deslegitimar estas acciones de protesta, pero la huelga sigue siendo efectiva", aclara a BBC Mundo desde Ciudad de México.
"Para nosotros no hay que casarse particularmente con ningún método sino saber adaptarse a las circunstancias", le dice a BBC Mundo desde Santiago el presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, Noam Titelman.
"Un día puede ser una marcha, otro una huelga. Se trata de ser creativos, incluir performances, cacerolazos y elaborar propuestas técnicas, no tenerle miedo a entrar en los contenidos y plantear soluciones", añade.
Si los viejos fantasmas de la Europa del siglo XIX ya no asustan como antes, las generaciones del siglo XXI ofrecen desde Sudamérica un nuevo diseño de fantasma, con otras vestimentas, otras cadenas menos oxidadas y más coloridas.
Pero sea cual sea su apariencia, hoy en España, mañana en otro país, los fantasmas -como las huelgas- tienen algo en común: persisten en el tiempo y no tienen ninguna intención de desaparecer.
Fuente: bbc.co.uk
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