Abraham Zamorano
Una semana después de la mayor tragedia que recuerdan los
lugareños, la zona aledaña de la refinería de Amuay en Venezuela sigue con el
aspecto de una zona de guerra: tomada por militares y entre evidentes destrozos
dejados por la explosión de la planta.
Punto Fijo, localidad anexa a Amuay, trabaja ya para tapar esas cicatrices.
Brigadas de voluntarios de la petrolera estatal Pdvsa reconstruyen techos y
refuerzan infraestructuras, mientras el gobierno entrega viviendas a los que
resultaron peor parados.
Este viernes se informó que la refinería reanudó su producción luego de
haberse controlado el incendio y la explosión que dejó 42 muertos.
Lo que tardará más en ser superado es el miedo y el trauma dejado por la
vivencia de la madrugada del sábado pasado. "Un temblor" seguido del golpe de la
onda expansiva y una enorme bola de fuego y humo negro, así lo recuerdan sus
vecinos.
Después llegó el pánico en las calles, con todo el mundo tratando de
resguardarse de las lenguas de fuego manadas por el incendio de varios tanques
de combustible.
"Sentí la onda expansiva golpeándome en el pecho. Por aquí vino una bola de
fuego. Salgo y veo que era como si hubieran puesto un soplete, pero de una
magnitud nunca vista", relata Roberto González, joven vecino de La Pastora, una
de las barriadas más afectadas.
"Uno no sabía para dónde agarrar, parecía obvio alejarse de la refinería, de
esas llamaradas enormes, pero se veía gente corriendo hacia todos lados. Estaba
todo congestionado", recuerda.
"La impresión es que tienes que irte, estás cerca de una zona petrolera. Esos
tanques están aquí, las bombas de gas. Fue lo peor que nos ha pasado en la vida;
le pregunto a mi tía que lleva años aquí y no recuerda nada igual".
Como a tantos, a Roberto la explosión lo sorprendió durmiendo. Su casa sufrió
daños estructurales menores, boquetes en el techo de planchas de zinc y rotura
de ventanas, gracias a que está parapetada por una edificación mayor.
Día extraño
"Sentí la onda expansiva
golpeándome en el pecho. Por aquí vino una bola de fuego. Salgo y veo que era
como si hubieran puesto un soplete"
Roberto González, vecino de Punto
Fijo
Ventoso y caribeño, de casas bajas y anchas avenidas, Punto Fijo parece un
pueblo con tamaño de ciudad. Gracias a su condición de zona franca es un polo
comercial que vive sin duda marcado por la presencia de "la compañía", como se
refiere la gente mayor a Pdvsa.
Allí, la petrolera estatal venezolana tiene el Centro Refinador de Paraguaná,
con capacidad para procesar casi un millón de barriles de crudo diario. El
centro lo forman tres refinerías. La más grande, precisamente, es la de Amuay:
un monstruo de torres, tubos y tanques que se divisa en el horizonte y que
inevitablemente marca el paisaje.
El viernes había sido un día muy extraño. Había "caído invierno" –lluvia– y
no hacía casi nada de la fuerte brisa que domina la vida cotidiana en este
rincón caribeño de Venezuela.
Así, con la meteorología conjurada, un escape de gas en la refinería de Amuay
acabó con una fortísima explosión que mató a 42 personas, en su mayoría miembros
de la Guardia Nacional que resguarda la mayor refinería del país.
Hasta 22 de las cuatro decenas de víctimas mortales eran miembros del cuerpo,
una especie de policía militarizada. El presidente Hugo Chávez resolvió
concederles a los caídos un ascenso post mortem.
Miedo
Todavía con el susto en el cuerpo y miradas de ojos llorosos, la amabilidad
con que los vecinos de la refinería de Amuay reciben al forastero resulta
pasmosa. Los vecinos se esfuerzan por sonreír a las preguntas del periodista,
pero no pocos terminan la conversación entre lágrimas.
"Ahora no puedo oír cualquier ruido porque creo que se va a venir todo abajo otra vez"
Liliani Prieto, vecina de Punto
Fijo
La mayoría se quiere ir. Después de lo sucedido es complicado vivir
tranquilo. Incluso el ministro de Petróleo, Rafael Ramírez, dijo a BBC Mundo que
la tragedia ha evidenciado que hay personas que viven demasiado cerca y que
habrá que pensar en traslados.
Pero los que se encontraban en sus casas regresaron por temor a los rumores
de saqueos, y por miedo a que si pasaban los funcionarios del gobierno su
ausencia les impidiera acceder a la ayuda.
Más incluso que La Pastora, el sector de Alí Primera fue el que peor castigó
la explosión. Hasta lo más afectado resulta virtualmente imposible llegar por el
marcaje de la Guardia Nacional, que tampoco permite tomar imágenes desde las
inmediaciones de la refinería.
Una cámara garantizaba la llegada de algún agente pidiendo documentación.
Algunos acercándose a las carreras, con actitud agresiva y mirada desconfiada,
otros amables y solícitos a la hora de indicar direcciones, y algún agente de
inteligencia que sin necesidad de ver acreditación ya sabía que éramos de la
BBC.
Reconstrucción
En esos dos humildes barrios de casas bajas y planta urbana ordenada, cada
vez era más evidente el ajetreo de la "reconstrucción" con la llegada de
maquinaria pesada y el reparto de materiales para la reparación de las viviendas
que pueden ser salvadas.
Cuadrillas sobre los techos, en la parte trasera de camionetas, grupos de
personas en torno a los repartidores de agua y víveres.
"Ahora no puedo oír cualquier ruido porque creo que se va a venir todo abajo
otra vez", le cuenta a BBC Mundo Liliani Prieto, que vive con su hijo en una
habitación alquilada en una pequeña casa junto a otras tres familias.
La casa de Liliani ya estaba siendo reparada. "Ahora lo que necesito es que
el gobierno me atienda y me dé la casa que necesito".
Fuente: bbc.co.uk
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