Monica Whitlock
La exterminación de los judíos de Polonia comenzó hace 70
años.
La pequeña Dawidowicz junto a su madre.
En la mañana del 22 de julio de 1942, soldados nazis escoltaron al primer
grupo de 6.000 judíos retenidos en el gueto de Varsovia hacia las vías del
ferrocarril de Umschlagplatz, y los colocaron en trenes con destino a las
cámaras de gas de Treblinka.
Janina Dawidowicz, nacida en 1930, es una de las pocas personas que vivió en
el gueto y sobrevivió.
La mujer recuerda los carteles en los que se ordenaba a los residentes que
estuvieran en la Umschlagplatz a las 11 de la mañana. Cualquiera que
desobedeciera, sería disparado.
Mucha gente, dice, hizo fila voluntariamente. Los alemanes dijeron a los
habitantes del gueto que los mandaban a campos de trabajo en el este de Polonia,
donde podrían huir de la miseria. Es más, les contaban que allí habría comida
gratis.
"A la gente le ofrecían, creo, dos rebanadas de pan, algo de margarina o un
poco de azúcar si acudían a Umschlagplatz. Nadie podía imaginar que iba directo
a una cámara de gas".
Los primeros en marchar fueron aquellos con menos capacidad de resistencia,
los ancianos, los enfermos, los menores de 12 años.
Este grupo incluía, de las personas que estaban en el apartamento de Janina,
a una frágil joven de nombre Rachel.
Rachel le había enseñado a Janina, cuando esta tenía 11 años, su vestido de
novia cuidadosamente guardado: una falda de satén y una blusa blanca.
Cuando Rachel no regresó a casa y Janina vio que faltaba su ajuar, comprendió
dónde había ido la joven.
"Los siguientes fueron nuestros caseros. Se llevaron todos los cacharros de
la cocina, cacerolas y sartenes, grandes paquetes hechos con una sábana, apenas
podían caminar. Pero se fueron. Se despidieron con la mano y prometieron
escribir cuando llegaran al este".
El gueto se había creado como un corral de reserva de judíos en noviembre de
1940.
La extensa población judía de Varsovia, un tercio de la ciudad, fue confinada
en un área muy pequeña, que fue amurallada.
A ellos se unieron más tarde decenas de miles de judíos de otras partes de
Polonia, Hungría y otros países ocupados por Alemania.
"Escuchabas muchos idiomas distintos en la calle", recuerda Janina. "Yídish,
polaco, húngaro, alemán,...".
Una familia acomodada
Janina Dawidowicz reconoce que fue muy bien cuidada durante su
niñez.
Janina y su acomodada familia procedían de la ciudad de Kalisz, cerca de la
frontera con Alemania.
"Yo era una hija única muy bien cuidada por su niñera – terriblemente bien
criada - ¡con guantes blancos para jugar en el parque! Mi madre había ido a la
escuela en Zurich (Suiza), no sabía hervir un huevo cuando estalló la
guerra".
Janina y sus padres se agolparon en una habitación diminuta, tan polvorienta
que "podía escribir sumas en la pared", en la que había que secar las sábanas
antes de ir a la cama.
Cocinaban sobre serrín entre dos ladrillos, y recogían agua de un grifo
comunal. La comida era pan mezclado con serrín y patatas, una ración reducida a
108 calorías por día.
La prima de Janina, Rosa, tenía un niño pequeño muy vivaz, que lentamente se
murió de hambre. Al igual que miles de niños del gueto, el pequeño de la prima
Rosa dejó de caminar, se marchitó y falleció.
Desesperado por conseguir ingresos, el padre de Janina, Marek, obtuvo un
puesto de trabajo en el servicio de Ley y Orden judío, la policía judía.
Deseos de mantener una vida normal
Entre 1940 y 1942, hubo tremendos esfuerzos para tener en funcionamiento
cocinas comunitarias en las que se servía sopa y para cuidar a huérfanos cuyos
padres habían muerto de hambre o a causa de las enfermedades que se extendían
por el gueto.
Muchos niños como Janina asistían a escuelas ilegales, con riesgo de
ejecución instantánea para profesores y alumnos si eran descubiertos.
Había coros, conferencias de física y espectáculos de cabaret para recaudar
dinero para servicios sociales. Las clases se impartían en cualquier disciplina
desde cocina hasta la elaboración de flores de papel.
Una orquesta sinfónica tocó en el teatro, completada con las estrellas de la
música al ritmo de las cuales toda Varsovia había bailado antes de la
guerra.
La compañía discográfica polaca, Electro-Syrena, había sido de propiedad
judía y había producido cientos de éxitos antes de 1939. Ahora, tanto músicos
como técnicos vivían en el gueto – músicos de jazz como los Gold Brothers,
Henryk y Artur, que dirigían el famoso club nocturno Adria.
Todo lo que tenían que hacer era sobrevivir a la guerra, se decía la gente, y
la vida continuaría, quizá no como antes, pero al menos de alguna
manera.
El servicio era a menudo vilipendiado como herramienta para la política nazi,
junto con la administración judía. Pero en aquel entonces, un trabajo parecía la
mejor opción para mantener a la familia con vida hasta el final de la
guerra.
Marek escoltaba carros llenos de escombros fuera del gueto, y conseguía
introducir, como contrabando, pequeñas cantidades de comida.
"Mi madre, mi abuela, decían: 'Oh, necesitamos nuevas cortinas en la sala de
estar’", recuerda Janina.
"¡Las alfombras! Haremos que Sophie y Stephanie nos echen una mano. Nadie
creía que esto continuaría. Francia había caído, pero estaba Inglaterra y la
Unión Soviética y Estados Unidos… había todo un mundo. Por supuesto que iba a
terminar".
En ese momento, era una apuesta razonable. No fue hasta el otoño de 1941 y el
fracaso alemán en su entrada a la Unión Soviética que la política nazi cambió
desde las fusilaciones masivas de judíos europeos hasta la exterminación
intregral.
Durante julio y agosto de 1942, otros 6.000 judíos fueron enviados
diariamente desde el gueto hasta Treblinka.
Para el final del verano, más de 250.000 personas habían desaparecido,
muertas a las pocas horas de llegar a Treblinka.
Janina, como hija de policía, fue una de las pocas niñas supervivientes.
"Todo nuestro edificio de apartamentos estaba vacío. El padre de los gemelos
que vivía sobre nosotros se lanzó por la ventana cuando llegó a casa y no
encontró a los niños". Se llevaron a la tía de Janina, después a sus abuelos.
Entonces la policía empezó a ser acorralada.
Huida a la Varsovia cristiana
Finalmente, Janina pudo escapar a la Varsovia cristiana, donde
fue acogida por monjas católicas.
En las últimas semanas del gueto, en el invierno de 1942, los padres de
Janina consiguieron sacar a la niña hasta la Varsovia cristiana. Dado que su
padre tenía papeles de policía, le fue permitido escoltar camiones a través de
las puertas, y la llevó con él.
En Varsovia la escondieron unas monjas católicas, que le cambiaron el nombre
y ocultaron su identidad.
Sus padres quedaron atrás. No volvió a verlos nunca. Janina cree que su padre
murió en el campo de exterminio de Majdanek. No sabe cómo o dónde mataron a su
madre.
Finalizada la guerra, Janina encontró a un tío. Regresó a Kalisz, con la
esperanza de reencontrar a alguien más. Esperó más de un año antes de
rendirse.
Después de pasar dos años en una institución infantil, Janina se fue en un
barco lleno de emigrantes para comenzar una nueva vida en Melbourne, Australia,
donde consiguió un trabajo en una fábrica.
En Australia consiguió finalmente retomar su educación y se diplomó como
trabajadora social.
Con nostalgia de Europa, se trasladó a Londres en 1958, donde empezó a
escribir sus experiencias para poder darle un sentido a su vida.
Se convirtió en escritora y traductora, y ha vivido en Londres desde
entonces.
La autobiografía de Janina, "Un cuadrado del cielo", está escrita bajo su
seudónimo de Janina David.
Fuente: bbc.co.uk
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