LA HISTORIA se repite. Hace millones de años la isla se formó por la concurrencia de su situación geográfica en un piso ciertamente deslizante y por las fuerzas telúricas que sembraron su solar con más de mil cráteres, que están ahí presentes como recuerdo de aquellos tiempos en los que la memoria se pierde y donde, tal vez, ni esa memoria existía para poder contar nada de nada. Y hoy estamos en las mismas. Las circunstancias geográficas y la fuerza de la naturaleza insistiendo como entonces han vuelto la historia al revés y nos la presentan como viva, actual, con un pálpito lleno de incertidumbre y con la vista vuelta hacia atrás.
Pensamos en La Restinga, en el Valle del Golfo y en la isla en su conjunto, y no dejamos de comprender que en El Hierro, en estos momentos en que no se sabe lo que puede pasar, y a pesar de que están previstas las posibles consecuencias para actuar por la vía rápida en aras de salvaguardar, sobre todo, la vida de los herreños si es necesario, no solo hay que imaginar lo que puede pasar, sino tener claro, y lo tiene quien lo padece, que son todos, lo que está sucediendo ahora mismo. Y es que la isla está secuestrada por los volcanes.
La isla, su economía, está resquebrajada; la pesca está esquilmada por la presencia del volcán, y los negocios, la mayoría familiares, andan en una penuria evidente. ¿Qué hacer ante esto? La cuestión es fácil: solo se requiere voluntad política para hacerlo. Es sabido que el Gobierno de Canarias ha dispuesto de recursos para paliar la situación, y los cabildos no sabemos si están pendientes de El Hierro o no; si han asumido que Canarias en estos momentos no es un territorio fragmentado y se piense que cada cual se las arregle a su manera. La solidaridad debe estar pendiente, debe ser una cuestión primordial, porque lo que sucede hoy en El Hierro podrá suceder, ojalá que no, en alguna que otra isla. Y si hay que recurrir a los herreños, ellos, como siempre, estarán ahí con su aportación y su desvelo para que las ayudas por su parte sean patentes y con ellas su contribución y compromiso a situaciones no deseables, como lo han demostrado a lo largo de su historia, como pueblo generoso que es.
La belleza que pueden generar los volcanes que sacuden la isla y lleguen a brotar en el mar o en la tierra será un espectáculo imponente y que tal vez resarcirá con creces las penurias de ahora, y se crecerá en visitantes, en científicos y en curiosos que llegarán para contemplar ese fenómeno que se da de tarde en tarde. Pero, entretanto, la isla permanece secuestrada por dos volcanes; según nos cuentan que el de La Restinga aparece y desaparece y el de Frontera que amenaza y no termina de dar la cara. Y esta incertidumbre determina situaciones difíciles de vivir hasta en el entorno tanto individual como familiar.
Estar sometida a la influencia externa de una amenaza que, se supone, según los científicos, no será virulenta sí que favorece que se instale la angustia que produce un cierto temor que hace que algunos abandonen la isla y en parte su vida se encuentre semiparalizada, y hay que actuar con rapidez.
Estar secuestrado debe de ser, antes que nada, desmoralizante. Por eso, aunque los volcanes no se definan, los herreños deberían contar no solo con el apoyo del Gobierno de Canarias, que ya lo tienen, sino con los que tienen altas ganancias, como los bancos, que en un momento como este deben también dar la cara y proponer ayudas de todo tipo. Y, sobre todo, los cabildos; que se manifiesten, que se oigan y que ayuden a una isla que en estos momentos lo necesita más que ninguna otra.
Fuente: eldia.es
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